Publicado en: Temple Grandin (comp.) Livestock Handling and Transport. CABI Publishing, Wallingford, Oxon (Reino Unido), 2000, capítulo 5 (pp. 63-85).
Traducción del Dr. Marcos Giménez-Zapiola
Desafortunadamente, los métodos sosegados de principios del siglo XX fueron cayendo en el olvido, y los vaqueros más modernos se hicieron cada vez más rudos (Wyman, 1946; Hough, 1958; Burri, 1968). Hay una excelente reseña de la historia del arreo en Smith (1998). En la actualidad, los productores ganaderos progresistas saben que la reducción del estrés de sus animales mejora a la vez la productividad y la seguridad.
Los animales herbívoros pueden ver en profundidad (Lemmon y Patterson, 1964). Los caballos son sensibles a indicadores de profundidad visual en fotografías (Keil, 1996). Sin embargo, quizás deban detenerse y bajar la cabeza para percibir la profundidad del campo visual. Esto puede explicar por qué se frenan bruscamente cuando ven sombras en el suelo. Observaciones de Smith (1998) indican que el ganado bovino no puede percibir objetos ubicados por encima de la línea de la cabeza, a menos que éstos se muevan. Este autor también sostiene que los vacunos, debido a sus pupilas horizontales, pueden percibir mejor las líneas verticales que las horizontales. Es interesante señalar que la mayoría de los animales herbívoros tienen pupilas horizontales y que la mayoría de los predadores tiene pupilas redondas. Investigaciones realizadas sobre caballos indican que tienen una banda horizontal de sensibilidad en la retina, en lugar de una FOVEA central, como los humanos (Saslow, 1999). Esto les permite mantener bajo control visual su entorno mientras pastorean.
Los animales de pastoreo poseen un sistema óptico muy sensible al movimiento y a los contrastes de luz y sombra. Son capaces de visualizar permanentemente el horizonte mientras pastorean, pero pueden tener dificultades para enfocar rápidamente la vista en objetos cercanos, debido a que sus músculos oculares son débiles (Coulter y Schmidt, 1993). Esto explicaría por qué se sobresaltan cuando algo se mueve repentinamente en su entorno.
Los ungulados salvajes, el ganado bovino domesticado y los equinos respetan un cerco compacto, y rara vez se agolparán contra él o tratarán de atravesarlo a la carrera. Para encerrar ungulados salvajes en corrales, se pueden usar lienzos de plástico opaco (Fowler, 1995), y se han empleado corrales portátiles construidos con lona para capturar caballos salvajes (Wyman, 1946; Amaral, 1977). Cuando está excitado, el ganado vacuno atropellará un cable o un cerco de cadenas, porque no puede verlo. Una baranda opaca de 30 cm de ancho, instalada a la altura de los ojos del animal, o cintas atadas al alambre, permiten a los animales ver el cerco y evitar que se agolpen contra el mismo (Ward, 1958). El vacuno también tiene una fuerte tendencia a moverse desde las zonas de escasa iluminación hacia otras mejor iluminadas (Grandin, 1980a y 1980b). No obstante, no se acercarán a una luz cegadora.
Lanier y otros (1999a, 2000) y Lanier (1999) hallaron que el ganado que se agita en la pista de ventas tiene más propensión a retroceder o a saltar en respuesta a movimientos o sonidos súbitos e intermitentes. Este tipo de movimientos y sonidos parecen ser más atemorizantes que los estímulos constantes. Talling y otros (1998) constataron que los cerdos reaccionaban más ante sonidos intermitentes que ante un sonido permanente. Los sonidos agudos aumentaban el ritmo cardíaco de los cerdos más que los sonidos bajos (Talling y otros, 1996). Los movimientos bruscos tienen un mayor impacto activador sobre la amígdala (LeDoux, 1996), que es la parte del cerebro que controla en sentimiento del miedo (LeDoux, 1996; Rogan y LeDoux, 1996).
El ganado lechero, que es ordeñado todos los días en las mismas instalaciones, caminará sin detenerse sobre una rejilla de desagüe o una sombra en el piso, porque ya no es algo novedoso. Sin embargo, los mismos animales recularán y agacharán la cabeza para investigar un pedazo de papel extraño tirado sobre el suelo en un callejón conocido. El aspecto paradójico de las novedades es que son a la vez atemorizantes y atractivas (Grandin y Deesing, 1998). Un tablero para escribir tirado en el piso atraerá al vacuno cuando se le permite acercársele voluntariamente, pero lo hará recular y hasta negarse a pasar si se lo arrea hacia él.
Una especie de presa debe estar alerta a las novedades, pues éstas pueden significar peligro. Por ejemplo, en un zoológico, el antílope Nyala no siente mucho miedo a la gente que está parada detrás de la cerca, pero algo novedoso, como unas personas que arreglan el techo del galpón, les provoca una intensa reacción de fuga. Una revisión de la bibliografía sobre los grandes arreos de ganado entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX indica que la principal causa de las estampidas era una novedad súbita. Las estampidas se iniciaban a causa de un sombrero volando al viento, un caballo corcoveando con la montura en la panza, un trueno, un vaquero que tropezaba o un impermeable que flameaba (Harger, 1928; Ward, 1958; Linford, 1977). También era más probable que las estampidas se desencadenaran de noche (Ward, 1958; Linford, 1977). Los objetos que se mueven rápidamente son los que más miedo provocan. Los movimientos rápidos tienen un efecto activador de la amígdala (el centro del miedo en el cerebro) más fuerte que los movimientos lentos (LeDoux, 1996).
Tanto Dantzer y Mormede (1983) como Stephens y Toner (1975) han informado que lo novedoso es altamente estresante para el ganado. Es probable que los terneros sufran estrés al ser colocados en un lugar que no conocen (Johnston y Buckland, 1976). En un grupo de ganado bovino manso, al arrojar una pelota de un color nuevo en medio del corral, la mitad de los animales reaccionó agachándose o retrocediendo (Miller y otros, 1976). Los animales que ya habían tenido una experiencia previa en corrales de venta de ganado se apaciguaron más rápidamente al llegar a los corrales de la planta de faena, porque les resultaban menos novedosos y atemorizantes que a los animales que nunca habían pasado por un mercado de concentración ganadero (Cockram, 1990). Se recomienda hacer que el ganado se acostumbre a ser trabajado por gente a pie, a caballo y en vehículos, con el fin de impedir que se exciten ante la novedad al ser manejado en el corral de engorde, las instalaciones de subasta o la planta de faena. En las Filipinas, los vacunos son de razas índicas, pero se crían expuestos a tantas novedades que las experiencias nuevas rara vez los alarman. Las vacas son sujetadas con bozal, y son cambiadas todos los días, con sus terneros recién nacidos, a nuevos sitios de pastoreo que requieren pasar por caminos llenos de ómnibus y automóviles en constante movimiento.
El manejo rudo puede ser muy estresante. En una revisión de numerosos estudios diferentes, Grandin (1997) halló que los niveles de cortisol eran 2/3 más elevados en los animales sometidos a un tratamiento rudo. El manejo y el aparte hechos con rudeza, trabajando en instalaciones mal diseñadas, causaban a los animales aumentos en el ritmo cardíaco muy superiores a los que se producían con el mismo manejo en instalaciones bien diseñadas (Stermer y otros, 1981). La severidad y la duración de un procedimiento de manejo atemorizante determinan la duración del período requerido para que el pulso cardíaco recupere su ritmo normal. Tras sufrir un estrés severo por mal manejo, se necesitan más de 30 minutos para que el ritmo cardíaco vuelva al nivel habitual (Stermer y otros, 1981).
La medición de los niveles de cortisol ha demostrado que los animales pueden llegar a acostumbrarse a los procedimientos habituales de manejo. Ellos se adaptan a tratamientos indoloros repetidos, tales como ser movidos a lo largo de una manga o que se les extraigan muestras de sangre mediante un catéter endovenoso mientras se los sujeta en una casilla de inmovilización que conocen (Alam y Dobson, 1986; Fell y Shutt, 1986). Los terneros criados con escaso contacto con la gente pueden adaptarse a procedimientos indoloros y relativamente rápidos, como el pesaje. Peischel y otros (1980) informan que el pesaje diario no afecta la ganancia de peso. El ganado bovino no se adapta fácilmente a procedimientos severos que le causen dolor, o a una serie de tratamientos continuados, que no le den tiempo suficiente para serenarse entre los sucesivos trabajos. Fell y Shutt (1986) hallaron que los niveles de cortisol no descendían luego de viajes repetidos en un camión donde algunos animales perdían pie y se caían. Ante un procedimiento desagradable, los animales amansados tienden a tener una reacción más leve que los animales salvajes. En una estación experimental donde los visitantes los acariciaban, los terneros tenían, luego de ser sujetados y tratados, niveles de cortisol significativamente inferiores que otros terneros que habían tenido menor contacto con la gente (Boandle y otros, 1989).
Binstead (1977), Fordyce y otros (1985) y Fordyce (1987) han informado que si se entrenaba a las hembras Bos indicus cuando eran terneras, se obtenían animales adultos más calmos y fáciles de manejar. El entrenamiento de terneros de destete involucraba caminar en calma entre ellos dentro de los corrales, hacerlos pasar por mangas y enseñarles a seguir a un jinete que marchaba delante de ellos (Fordyce, 1987). Estos procedimientos se llevaron a cabo durante un período de diez días. Becker y Lobato (1997) también encontraron que diez sesiones de manejo suave en una manga lograban que los terneros de cruzas índicas se hicieran más calmos y que fueran menos propensos a tratar de escaparse o de cargar contra una persona cuando se los encerraba en un corral pequeño. El entrenamiento de antílopes Bongo para que cooperaran voluntariamente con las inyecciones y los análisis de sangre dio como resultado niveles muy bajos de cortisol, casi iguales a los básicos (Phillips y otros, 1998). Todos los procedimientos de entrenamiento deben hacerse con suavidad. Burrows y Dillon (1997) han sugerido que el entrenamiento puede dar mejores resultados con el ganado de temperamento excitable. Existen grandes diferencias individuales en la forma en que los animales reaccionan al manejo y a la restricción de movimientos. Ray y otros (1972) encontraron que los niveles de cortisol variaban mucho entre individuos: en un grupo de ganado vacuno de carne semi-amansado, un animal casi no tuvo aumento en el nivel de cortisol durante la inmovilización y la extracción de muestras de sangre de la yugular, mientras que los otros cinco animales del experimento tuvieron aumentos substanciales.
En un lote de bovinos cruza Gelbvieh x Simmental x Charolais de 260 kg, criados extensivamente, sin entrenamiento y algo salvajes, los rasgos de comportamiento individuales tuvieron persistencia a lo largo de una serie de cuatro sesiones mensuales de manejo e inmovilización (Grandin, 1993). Un grupo pequeño de animales (9% de toros y 3% de novillos) se ponían extremadamente agitados, y sacudían violentamente la manga de compresión cada vez que se los sujetaba. Otro grupo de animales (25% de toros y 40% de novillos) se quedaban parados en calma cada vez que se los inmovilizaba en la manga de compresión. Y también hubo un grupo importante de animales que estaba a veces en calma y a veces agitado. Todos los animales fueron tratados con cuidado y suavidad durante todas las sesiones de trabajo de restricción. Estas diferencias en temperamento posiblemente sean atribuibles a una combinación de los factores genéticos y las experiencias de manejo cuando eran terneros pequeños. El comportamiento de los pocos animales extremadamente agitados no mejoró con el tiempo. Estas observaciones muestran que los patrones de comportamiento que se forman a una edad temprana pueden ser muy persistentes. También hubo una tendencia, entre los animales agitados, a evitar entrar a la manga entre los primeros grupos de animales. Orihuelo y Solano (1994) observaron que los animales que entraban primeros a la manga se movían más rápidamente a lo largo de la misma que los animales que entraban últimos.
En terneros Holstein, se ha comprobado que la genética paterna tiene mucha influencia sobre la respuesta del cortisol al estrés del transporte (Johnston y Buckland, 1976). La línea paterna también influye sobre la capacidad de aprendizaje y los niveles de actividad de los terneros de esa raza lechera (Arave y otros, 1992). La raza ganadera tiene un efecto definido en el temperamento. En la manga de compresión, el ganado de cruzas índicas tiene un comportamiento más agitado que el ganado Shorthorn (Fordyce y otros, 1988). Tanto Fordyce y otros (1988) como Hearnshaw y otros (1979) informan que el temperamento es un rasgo heredable del ganado Bos indicus. Stricklin y otros (1980) sostienen que, entre las razas británicas, los Hereford son los más dóciles y los Galloway, los más excitables. Generalmente, las razas europeas continentales de Bos taurus son más excitables que las británicas. Dentro de cada raza, se ha comprobado que el temperamento del toro padre tiene influencia sobre el temperamento de la progenie.
LeNeindre y otros (1996) analizaron los problemas asociados al traslado de animales de razas desarrolladas para sistemas intensivos hacia campos extensivos. Por ejemplo, un toro puede producir hijas que son dóciles bajo un manejo intensivo pero que se vuelven agresivas hacia los vaqueros cuando se crían en campos extensivos. La autora ha observado que estos problemas ocurren más frecuentemente con animales excitables y huidizos que entran en pánico al enfrentarse a una situación nueva. Algunas líneas genéticas de la raza Saler son mansos y fáciles de manejar cuando están con personas que conocen, pero sufren de pánico, patean y atropellan a la gente cuando se las confronta con los ruidos y las novedades de un remate ganadero o una planta de faena. Grandin y otros (1995), y Randle (1998), constataron que los animales con remolinos en el pelo pequeños y en espiral ubicados por encima de los ojos tienen distancias de fuga mayores, y son más propensos a agitarse durante la inmovilización, que los que tienen esos remolinos debajo de los ojos.
Las diferentes razas ganaderas también tienen distintas características de comportamiento que afectan el manejo. Los bovinos índicos de pura raza tienen más tendencia a seguir a la gente o a animales líderes, y a veces es más fácil entrenarlos para seguir al vaquero que para ser arreados. Los vacunos índicos o de cruza índica también tienden a juntarse en una manada más compacta que los de razas británicas cuando se los alarma. También son más difíciles de bloquear ante las puertas que los británicos (Tulloh, 1961). Son más propensos a exhibir una inmovilidad tónica cuando se les restringen los movimientos (Fraser, 1960; Grandin, 1980a). Es más probable que se echen al suelo en la manga de una sola fila, y que se rehusen a moverse, en comparación con los bovinos de razas británicas (Grandin, 1980a). Si se aplica excesivamente la picana eléctrica a un vacuno sumiso de raza índica, se lo puede matar. Si se lo deja solo, normalmente se levantará. Fraser y Broom (1990) afirman que a menudo una vaca caída que no esté lesionada se levantará si se le modifica el entorno, por ejemplo, si se la saca afuera de la manga. Zavy y otros (1992) hallaron que las cruzas Hereford x Brahman y Angus x Brahman tenían niveles de cortisol más altos, durante la inmovilización en la manga de compresión, que las cruzas Hereford x Angus. La genética índica aumentaba los niveles de cortisol, y los mayores niveles correspondieron a las cruzas Angus x Brahman.
Mediante el tratamiento intensivo, es decir, con un manejo cercano y experto de los animales salvajes, se puede lograr que su distancia de fuga desaparezca por completo, de manera que eventualmente dichos animales acepten que se los toque. Esta eliminación artificial de la distancia de fuga entre los animales y el hombre es el resultado del proceso de amansamiento.El mismo principio se aplica al ganado domesticado y a los animales salvajes.
En un rancho de Arizona, unas vacas indóciles criadas extensivamente pueden tener una distancia de fuga de 30 metros, mientras que el ganado de corrales de engorde puede fugar a distancias de 1,5 a 7,61 metros (Grandin, 1980a). El ganado que tiene contacto frecuente con personas tendrá distancias de fuga menores que aquél que rara vez ve gente. El ganado sometido a un manejo benigno tendrá generalmente una zona de fuga menor que el que ha estado expuesto a un trato abusivo. La excitación amplía la zona de fuga. El ganado lechero totalmente amansado llega a carecer de zona de fuga, y la gente los puede tocar. Se puede determinar el borde de la zona de fuga caminando lentamente hacia un grupo de animales. Cuando los animales se dan vuelta para mirar de frente a quien va a moverlos, éste todavía está fuera de la zona de fuga. Cuando la persona entre a la zona de fuga, los animales se darán vuelta y se alejarán. En un grupo de toros, cuando se invadió su zona de fuga con una pértiga mecánica móvil, los animales se apartaron y mantuvieron una distancia constante entre ellos y la pértiga móvil (Kilgour, 1971). La distancia de fuga dependía del tamaño de una placa de cartón que colgaba de la pértiga. El ganado se mantiene más lejos de los objetos más grandes (Smith, 1998). Cuando una persona se aproxima de frente, la zona de fuga será más grande que si se acerca levemente de perfil.
El ganado puede ser movido con la máxima eficiencia si el vaquero trabaja en el borde de la zona de fuga (Grandin, 1980b y 1987). Los animales se moverán cuando se penetre en su zona de fuga, y se detendrán cuando el vaquero retroceda. Smith (1998) explica que el borde de la zona de fuga no es una línea nítida, y que si la persona se aproxima rápidamente al animal, o haciendo contacto visual con él, su zona de fuga se ampliará. El ganado excitado tiene una zona de fuga más grande.
Para que un animal se mueva hacia adelante, el vaquero debe ubicarse en el sector sombreado de la figura 1, entre los puntos A y B, y mantenerse fuera del punto ciego que está detrás del animal. Para hacer que el animal se adelante, el vaquero debe estar detrás del punto de balance del hombro del animal, y para hacer que retroceda, debe ubicarse adelante de dicho punto (Kilgour y Dalton, 1984).
Figura 1: Diagrama de la zona de fuga donde se indican las posiciones más efectivas para hacer que el animal se mueva hacia adelante.
Otro principio es que los animales de pastoreo, solos o en grupo, se moverán hacia adelante cuando un vaquero pasa rápidamente su punto de balance del hombro en dirección contraria a la deseada para el movimiento del ganado (Grandin, 1998a). Los movimientos descriptos en la figura 2 sirven para inducir al ganado a entrar a una manga reduciendo notablemente o eliminando el uso de la picana eléctrica.
Figura 2: Secuencia de movimientos para inducir a los animales a avanzar en la manga.
Cuando uno se aproxima de frente a un animal, éste se moverá hacia la derecha si uno se mueve hacia la izquierda, y viceversa (Kilgour y Dalton, 1984). Los animales que están en un corral de encierro u otras áreas de confinamiento pueden ser girados fácilmente sacudiendo un palo con tiras plásticas cerca de sus cabezas (Figura 3).
Figura 3: Unos gallardetes de plástico en el extremo de una varilla o de una fusta sirven para girar a los animales, si se los sacude del otro lado de su cabeza.
Por ejemplo, cuando se tape la visión de una vaca del lado izquierdo, ésta virará hacia la derecha. Los operarios ganaderos deben evitar toda penetración profunda de la zona de fuga, pues esto puede hacer que los animales entren en pánico. Si un animal retrocede en una manga, los trabajadores deberían alejarse para salir de su zona de fuga. No deben tratar de empujar al animal que recula, porque la penetración profunda de su zona de fuga le causa un pánico creciente y refuerza su impulso a escapar. Si el ganado trata de darse vuelta en un callejón, el vaquero deberá retroceder y salir de su posición, que está muy adentro de la zona de fuga.
El ángulo de aproximación, así como el tamaño del lugar en que el animal está encerrado, también afectan la dimensión de la zona de fuga. En experimentos con ovejas, se ha comprobado que los animales encerrados en un callejón estrecho tenían una zona de fuga más pequeña que aquellos confinados en un callejón más ancho (Hutson, 1982). El ganado tendrá una zona de fuga más amplia cuando uno se aproxima frontalmente. Los animales extremadamente mansos suelen ser difíciles de arrear porque no tienen zona de fuga. Estos animales deben ser conducidos. Se puede encontrar más información sobre la zona de fuga en Smith, 1998.
El vaquero debe dedicar algún tiempo a caminar entre los animales de modo que éstos lo perciban como un ente neutral, es decir, alguien que no es un predador (que los persigue dentro de los corrales) ni tampoco es una fuente de alimento. Todos los movimientos del ganado se deben hacer a paso lento y sin gritarles. La figura 4 muestra los esquemas de movimiento del vaquero que mantendrán a una manada en una marcha ordenada. Sirven tanto para marchar contra un alambrado como para hacerlo a campo abierto. Si una sola persona está llevando el ganado, la posición 2 en esta figura describe la secuencia de movimientos que le permitirán mover la manada de manera ordenada. El principio que se aplica es entrar y salir alternativamente de la zona de fuga. Una presión constante hará que la manada se disperse. A medida que la manada avanza, el vaquero deberá seguir repitiendo esta secuencia de movimientos. Para una descripción más completa, se puede consultar Grandin (1990). Ward (1958) también ha presentado un esquema similar de movimientos. El principio consiste en moverse hacia adentro de la zona de fuga en dirección contraria a la deseada en la marcha del ganado, y a salir de la zona de fuga moviéndose en la misma dirección que se quiere mantener en el ganado.
Figura 4: Secuencia de movimientos para mover una manada con dos vaqueros.
La figura 5 ilustra la forma de volver a juntar la manada si se dispersa. El vaquero no deberá actuar como un predador al ataque, que corre detrás de los animales rezagados y los persigue.
Figura 5: Secuencia de movimientos para volver a juntar una manada que se ha dividido.
Translation of figure 5:
Point of balance: Punto de balance
Approach stragglers point of balance: Aproximación al punto de balance de los rezagados
Return to Pattern 2 in fig. 4: Avance sesgado, como en la secuencia 2 de la Fig. 4
Se deberá mover hacia los rezagados de manera de entrar gradualmente en la zona de fuga colectiva, parando a la altura del punto de balance del último animal. Una vez que la manada se haya juntado, deberá avanzar alejándose ligeramente al sesgo a fin de disminuir gradualmente la presión sobre la zona de fuga colectiva.
Figura 6: Secuencia de movimientos para inducir al ganado a juntarse. El vaquero debe moverse en zigzag de un lado al otro de la manada, para que ésta mantenga una línea recta de avance. Los animales líderes se ubican en un punto que representa imaginariamente el eje del limpiaparabrisas, y el vaquero se mueve en lo que sería el extremo del mismo, barriendo la retaguardia de la zona de fuga en zigzag. A medida que la manada se agrupa y desarrolla un buen movimiento de avance, este zigzag se va haciendo más estrecho.
El ganadero se debe mover a paso lento y debe cuidarse de dar vueltas alrededor de los animales. También debe resistirse al impulso de perseguir a los rezagados. Una vez que se desencadena el instinto de agruparse, la manada se juntará y los rezagados irán adonde esté la mayoría. Se debe cuidar de trabajar en calma y de mantener el movimiento animal al paso. El principio es inducir los animales a juntarse antes de cualquier intento de moverlos en alguna dirección. Los animales se moverán hacia el punto imaginario donde estaría el eje del limpiaparabrisas. Si se aplica demasiada presión sobre la zona de fuga colectiva antes de que la manada se junte, los animales se dispersarán. Hay más información sobre esto en Grandin (1998b) y Smith (1998). Este método no funciona con animales totalmente amansados, que tienen una zona de fuga escasa o nula.
Figura 7: Secuencia de movimientos para dar vuelta a un animal cuando se hacen apartes en una puerta.
Cuando se procura vaciar un corral, el operario ganadero debe abstenerse de perseguir los animales para hacerlos salir. Estos deben pasar al costado del vaquero a un ritmo controlado, de manera que vayan aprendiendo que el operario es quien tiene el manejo de sus movimientos. El ranchero Darol Dickinson afirma que es necesario entrenar al ganado (McDonald, 1981). Métodos adicionales para mover y embarcar ganado son descriptos en McDonald (1981).
Uno de los errores más comunes es meter demasiados animales en el corral de encierro previo a la manga de una sola fila. Un corral de encierro sobrecargado causa problemas porque el ganado no tiene espacio para girar. A fin de aprovechar el comportamiento natural de seguimiento, los operarios ganaderos deberían esperar a que la manga esté casi vacía antes de comenzar a llenarla nuevamente (Grandin, 1980a).
Muchos operarios ganaderos usan y abusan de la picana eléctrica y de otros medios de inducción del movimiento. Si se tuerce la cola de los animales para hacer que se adelanten en la manga, hay que aflojar instantáneamente la presión sobre la cola cuando la vaca se mueve. El ganado de cría aprende rápidamente que podrá evitar que le tuerzan la cola si se mueve rápidamente ni bien se la toman.
Hay que usar la picana eléctrica lo menos posible. En ganado Bos indicus, la picana eléctrica jamás debe ser usada en animales de cría. En las plantas de faena y los remates ganaderos, el uso de la picana eléctrica se debe limitar a las mangas de una sola fila. Los operarios ganaderos deben esperar a que se abra la puerta trasera de la manga antes de iniciar la secuencia de movimientos descripta en la figura 2. Si el esquema falla en el primer intento, es probable que funcione la segunda vez que se pase por los puntos de balance de los animales. Si un animal recula, su comportamiento no-cooperativo se difundirá al resto de los animales. Harger (1928) analiza cómo un animal histérico puede tener una influencia negativa sobre el resto del grupo.
Los vacunos son animales de manada, que se estresan y se perturban cuando se los aísla de sus compañeros (Ewbank, 1968). Los animales solos y aislados que entran en pánico son causa de muchas lesiones, tanto en los animales como en la gente. Para mover a un animal frenético, se le deben agregar otros animales. Es común que los animales más difíciles de manejar sean los últimos en entrar a la manga (Orihuela y Solano, 1994).
Los animales nerviosos y excitables, si se convertían en líderes, eran eliminados, dejando solamente a los líderes serenos (Harger, 1928). Si la manada se rehusaba a cruzar un puente o una cañada, se enlazaba un ternero y se lo cruzaba a la rastra, para alentar a los demás a seguir (Ward, 1958). En Australia, se utiliza un grupo de animales amansados “guías” para ayudar a juntar ganado salvaje (Roche, 1988), y se han utilizado métodos similares con caballos salvajes (Amaral, 1977). También Fordyce (1987) recomienda mezclar unos pocos novillos viejos y mansos con los terneros Bos indicus, para facilitar su entrenamiento en los procedimientos de manejo.
El ganado criado en condiciones extensivas puede ser fácilmente entrenado para que se acerque al ser llamado. Los animales aprenden a asociar el sonido de la bocina de un vehículo con el alimento (Hasker y Hirst, 1987). En el norte de EE.UU., cuando la nieve cubre el suelo, los animales irán corriendo hacia el camión repartidor de heno. Sin embargo, el ganado puede convertirse en un problema si siempre persigue camiones en busca de forraje, de modo que deberían ser entrenados a asociar la bocina del vehículo con el alimento. De esta forma, se puede recorrer la pastura en camión sin que los animales lo persigan inútilmente.
Cada vez más rancheros están adoptando sistemas de pastoreo intensivo, en los que el ganado es cambiado a una parcela nueva cada pocos días (Savory, 1978; Smith y otros, 1986). Las vacas aprenden rápidamente a pasar de parcela, pero los terneros a veces se estresan cuando sus madres corren hacia la nueva pastura y los dejan atrás. Para evitar el estrés de los terneros, los vaqueros se deben ubicar cerca de la puerta de entrada de la nueva pastura para hacer que las vacas la crucen al paso, a un ritmo controlado.
Métodos similares han sido empleados con éxito con otras especies. Cuando una persona levanta un palo sobre su cabeza, ejerce dominancia sobre el reno macho (B. Williams, comunicación personal; Smith, 1998). Nunca se usa el palo para golpear al reno macho. La autora ha usado métodos parecidos para controlar cerdos agresivos, que ejercen su dominancia mordiendo a sus compañeros o topándolos en el cuello (Houpt y Wolski, 1982). El comportamiento agresivo se frenaba empujando el cuello del cerdo agresivo con una tabla, lo que alentaba a otros cerdos a morderlo. El uso de este método natural de comunicación de los animales fue más efectivo que darle cachetadas en la cola. El ejercicio de la dominancia no consiste en golpear a un animal hasta que se somete, sino en usar los mismos patrones de comportamiento del animal para convertirse en su “jefe”.
El rechazo que el ganado siente por el estiércol puede ser aprovechado para mantenerlo alejado de los cultivos, untando los bordes de las parcelas con heces (Lott y Hart, 1982). También se unta las ubres de las vacas para limitar la ingesta de leche por parte de su ternero. Los Fulani acarician sus animales en los mismos lugares en que la vaca lame a su cría (Lott y Hart, 1979); de este modo, consiguen que el ganado adulto se acerque y estire el cuello para recibir caricias en la papada (Lott y Hart, 1982). Métodos similares se aplican en el J.D. Hudgins Ranch, de Hungerford, Texas, y el J. Carter Thomas Ranch de Cuero, Texas. Sus animales, que son Brahman de pura raza, son llevados a los corrales y comen de la mano del ranchero. Cuando están en las pasturas, las vacas y los toros se acercan al Sr. Thomas para que los acaricie y los cepille (Julian, 1978). En las Filipinas, los pequeños rebaños de ganado Cebú no tienen zona de fuga y son llevados con facilidad por niños de corta edad. Las observaciones de la autora indican que es más difícil amansar animales nacidos de la cruza de Bos indicus y Bos taurus. Esto puede deberse en parte a que tienen menos inquisitividad, deseo de ser acariciados e instinto de seguimiento que los bovinos índicos puros.
Los métodos de los Fulani para el manejo de ganado en rebaño también son aplicados por otras tribus africanas, como los Dinka (Deng, 1972; Schwabe y Gordon, 1988) y los Nuer (Evans-Pritchard, 1940). Las tribus menos trashumantes usan corrales y maneas, pero sus animales también son totalmente mansos y no tienen zona de fuga. Los toros excedentes son castrados y conservados como novillos por todas estas tribus. Las prácticas de manejo ganadero de las tribus africanas datan de antes de las grandes dinastías egipcias (Schwabe, 1985; Schwabe y Gordon, 1988). También es de notar que las religiones de los Nuer y los Dinka están centradas en torno al ganado (Seligman y Seligman, 1932; Evans-Pritchard, 1940). Uno de los factores que ayudan al éxito de los métodos tribales de los africanos es que se manejan rebaños relativamente pequeños, y que cada tribu tiene muchos pastores. De este modo, cada pastor tiene tiempo para desarrollar una relación íntima con cada animal.
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