Publicado en: Journal of Animal Science, 2000, 78:1467-1474
Traducción del Dr. Marcos Giménez-Zapiola
Palabras clave: Ganado bovino, Respuestas, Sonidos, Temperamento
Antes de la recolección de los datos, los observadores efectuaron prácticas en tres remates distintos (140 cabezas). Estos datos fueron empleados para refinar la metodología, y no se incluyeron en el estudio. Una vez comenzado éste, los primeros 10 animales de cada remate fueron tomados como parte de la práctica y no se incluyeron en el análisis de los datos.
(A) Comportamiento de agresión: escarbar el suelo con las patas delanteras mientras la cabeza está baja, avanzar hacia una persona u objeto con la cabeza levemente baja, bajar o sacudir la cabeza ante una persona u objeto, o embestir una persona u objeto. La posición de la cabeza en el comportamiento agresivo puede ser: con el cuello muy levantado, muy cerca del piso o levemente por encima de la línea del lomo.
(B) Comportamiento de escape: la cabeza y el cuello estirados hacia adelante, levemente por encima o por debajo de la línea de la espalda, o al mismo nivel.
Por ejemplo, una vaca que caminaba continuamente contra el borde de la pista, con su cabeza levemente por sobre la línea del lomo, recibiría un puntaje de 2. Sin embargo, si esa vaca trataba de saltar afuera de la pista, se cambiaría ese puntaje por un 4, con "conducta de escape".
Movimientos: 1) oscilaciones del brazo del martillero, mientras pide o toma ofertas; 2) movimientos intencionales del público hacia el animal; 3) corridas de niños a menos de dos metros del cerco de la pista de ventas.
Sonidos: 1) gritos monosilábicos del rematador, repitiendo una oferta, sin micrófono; 2) ruidos de equipos de aire comprimido usados para manejar animales fuera de la pista, pero audibles desde ella; 3) gritos de niños; 4) ruidos de las palmetas con sonajero golpeando la pared de la pista.
Contactos: 1) golpes con una palmeta, bastón o látigo por el operario de la pista de ventas; 2) picaneado con un bastón por el público.
Se tuvieron en cuenta los movimientos relacionados con las respuestas de espantarse, no de reacción ante el ingreso en la zona de fuga del animal. Para evitar confusiones sobre las reacciones de un animal a movimientos hechos directamente frente a su cara, no se clasificaron los estímulos muy cercanos a la cara de los animales. Se registraron todos los demás estímulos clasificados arriba. El observador tenía que estar en condiciones de discernir entre la reacción del animal ante un movimiento que le ejerce presión en su zona de fuga, t que hace que se aleje, y un movimiento que no afecta la zona de fuga y hace que el animal se espante. Tampoco se tomaron en cuenta, para determinar el temperamento del animal, sus respuestas a los estímulos típicos del manejo. Por ejemplo, si el operario de la pista de ventas tocaba a una vaca con un bastón, y la vaca daba un salto y plegaba sus orejas, no se usaba esta reacción para clasificar su temperamento.
Se clasificó a todos los animales expuestos a los movimientos, sonidos y contactos arriba descriptos. Se los clasificó en dos categorías: "sí", o sensible, y "no", o no sensible. Para definir a un animal como "sí", se utilizaron sus reacciones a estímulos súbitos del entorno, que incluían el titubeo, el salto, temblores en todo el cuerpo, y la orientación de las orejas o la cabeza hacia el estímulo. Sólo se requería la presencia de una de estas reacciones para que el animal fuera catalogado como sensible a estímulos súbitos del entorno. Las reacciones al movimiento, la estimulación táctil, y a las combinaciones de estímulos auditivos y visuales fueron clasificadas como variables dicotómicas.
La clasificación de la reactividad de un animal a los sonidos, los movimientos o los contactos repentinos fue registrada para aquellos animales que recibían el estímulo mientras estaban en la pista de ventas y el rematador vociferaba. El primer sonido, movimiento o contacto detectado por el observador era usado para clasificar la sensibilidad. Las pruebas de confiabilidad entre observadores demostraron que era imposible observar y registrar adecuadamente todos los estímulos y reacciones, debido a la velocidad del remate. Se comprobó que la confiabilidad entre observadores era muy alta (92%) cuando cada observador registraba el primer comportamiento que observaba, en lugar de tratar de registrar el primero que ocurriera.
Si ocurría un estímulo súbito mientras el rematador estaba en silencio, no se clasificaba la respuesta del animal. Esto era así para mantener la consistencia respecto del tipo de ruidos de fondo que todos los animales percibían, de modo de controlar la variación. Además, durante el trabajo de práctica previo se observó que el sonsonete constante del rematador permitía diferenciar los animales que se habían acostumbrado a un nivel bajo de ruido y estrés, pero que reaccionaban ante condiciones extremas. No se utilizó la reactividad a estímulos externos para determinar el puntaje de temperamento. Con respecto a la reacción de orinar o defecar en la pista de ventas, los animales también fueron clasificados en dos categorías, "sí" y "no", según lo hicieran o no.
Puntaje de temperamento |
Movimiento intermitente |
Sonido intermitente |
Sonido y movimiento |
Contacto |
1 |
20,43% 38/186 |
13,07% 26/199 |
43,33% 13/30 |
29,41% 10/34 |
2 |
38,54
% 227/589 |
29,58
% 147/497 |
74,58
% 88/118 |
47,62
% 60/126 |
3 |
61,02
% 180/295 |
42,34
% 94/222 |
82,5
% 33/40 |
52,17
% 24/46 |
4 |
66,67
% 8/12 |
70,0
% 7/10 |
100
% 2/2 |
33,3
% 1/3 |
Todas las relaciones fueron significativas al nivel de P = 0,05 (chi-cuadrado = 51,31; P <0,001; n = 928; GLM: P < 0,01; F = 18,03) ( SAS, 1985), excepto la sensibilidad al contacto. Las fracciones son las cantidades reales, donde el numerador es el número de animales sensibles al estímulo y el denominador es el total de animales de cada puntaje de temperamento que fueron clasificados por sensibilidad. Los puntajes de temperamento fueron de 1 para el animal calmo a 4 para el animal muy agitado.
Clase de
animal |
Movimiento
intermitente |
Sonido
intermitente |
Sonido y
movimiento |
Contacto |
Ganado
Holstein y de razas de carne |
||||
Vaquillonas |
50,65 % |
34,09 % |
82,61% |
63,64 % |
Vacas |
38,26 % |
31,94 % |
70,53 % |
38,52 % |
Novillos |
46,91 % |
29,69 % |
41,17 % |
50,00 % |
Toros |
43,27 % |
20,57 % |
75,00 % |
55,36 % |
Raza Holstein
solamente
|
||||
Vaquillonas |
31,58 % |
58,82 % |
100,00 % |
80,00 % |
Vacas |
35,15 % |
33,33 % |
82,35 % |
57,90 % |
Novillos |
50,00 % |
55,56 % |
0,00 % |
66,67 % |
Toros |
60,00 % |
23,53 % |
100,00 % |
81,82 % |
Razas de
carne solamente |
||||
Vaquillonas |
53,23 % |
58,82 % |
84,21 % |
62,50 % |
Vacas |
40 % |
33,33 % |
68,89 % |
35,35 % |
Novillos |
46,15 % |
55,56 % |
50,00 % |
45,45 % |
Toros |
41,53 % |
23,53 % |
67,57 % |
50,00 % |
Todas las relaciones son significativas al nivel de P = 0,05. Las fracciones son las cantidades reales, donde el numerador es el número de animales sensibles a cada estímulo y el denominador es el total de animales de cada categoría que fueron clasificados por sensibilidad al mismo.
Los sonidos más efectivos para suscitar una respuesta eran acompañados generalmente por un movimiento súbito (por ejemplo, el operario de la pista de ventas que gritaba mientras señalaba a un ofertante en las gradas). Los estímulos más efectivos para suscitar una respuesta de susto fueron los sonidos intermitentes y agudos, ligados a movimientos súbitos. En las ratas, pulsos sonoros de 3.000 a 7.000 Hz suscitaban una menor respuesta de susto que pulsos de 15.000 a 23.000 Kz (Blasczyk y Tajchert, 1997).
Los estímulos intermitentes escogidos en nuestras observaciones se basaron en observaciones tomadas en los tres locales de remate usados para practicar el método. Los estímulos elegidos fueron los que mostraron la mayor eficacia para suscitar la reacción de susto. Notamos que los sonidos agudos e intermitentes del operario de la pista gritando "hey", o los gritos de un niño, tenían más efecto sobre el ganado que el sonsonete del rematador por los altoparlantes, los golpes de las puertas al cerrarse, o los timbres de los teléfonos. Waynert y otros (1999) encontraron que los sonidos provenientes de la gente que manejaba el ganado tenían más efecto sobre el ritmo de las pulsaciones y la reactividad que los ruidos de los equipos, tales como los portazos. Pajor y otros (1999) informaron que las vacas mostraban mucha aversión a que se les gritara. Nuestras propias observaciones indicaron que el sonido constante del sonsonete del rematador no suscitaba directamente respuestas de asustarse, en comparación con otros estímulos súbitos e intermitentes. Sin embargo, el ruido de fondo del sonsonete puede sensibilizar al animal a los estímulos intermitentes. Las investigaciones sobre ratas muestran que un ruido constante de fondo aumenta la respuesta de susto ante estímulos acústicos (Schanbacker y otros, 1996). Los sonidos agudos tienen un impacto mayor que los graves sobre el ritmo cardíaco (Tailing y otros, 1996). Los sonidos agudos de escala creciente se usan para el entrenamiento de perros para indicar al animal que debe hacer algo. Por ejemplo, un silbido indica al perro que debe venir. Un sonido grave se usa para inhibir una actividad (McConnell, 1990).
Talling y otros (1996) informaron que cuando se exponía a lechones a sonidos de alta frecuencia y alta intensidad, se aceleraba su ritmo cardíaco, pero que sus movimientos estaban asociados solamente al volumen. En otro experimento (Talling y otros, 1998), los cerdos expuestos a sonidos súbitos e intermitentes reaccionaban más que si se los exponía a un sonido constante. Este estudio es de especial interés porque demostró que los sonidos intermitentes tenían un efecto mayor. Los bovinos y los equinos tienen oídos más sensibles que los humanos. Son especialmente sensibles a los sonidos de alta frecuencia (Heffner y Heffner, 1983; Grandin, 1996; Smith, 1998). Por esto, sonidos que parecen un suspiro para los humanos son muy audibles para ellos. Trnka (1977) informó que había una relación inversa entre el nivel del sonido y los comportamientos anormales en vacas lecheras. Los ruidos de los locales de remate tienen orígenes y frecuencias diversas, por lo cual es son lugares adecuados para observar las reacciones del ganado a los sonidos intermitentes.
La fisiología ocular, así como su relación con el comportamiento instintivo, pueden explicar los resultados observados en cuanto a la reacción a los movimientos súbitos. Las especies de presa cuentan con una visión adaptada a la supervivencia en medios salvajes (Craig, 1981). En términos generales, la adaptación consiste en un campo visual amplio (especialmente cuando bajan la cabeza) (Prince, 1970; Coulter y Schmidt, 1993) y los ojos salientes, con forma de bulbos, a ambos lados de la cabeza. También poseen pupilas chatas y alargadas, mientras que la mayoría de las especies predadoras tienen pupilas redondas (Smith, 1998). Los animales herbívoros de manada tienen un campo visual binocular menor más estrecho que los animales predadores, y su capacidad de ver objetos situados arriba de ellos es menor que la de los seres humanos (Prince, 1970; Lynch y otros, 1992). Los animales de presa tienen músculos oculares relativamente débiles, lo que inhibe su capacidad de enfocar rápidamente la vista en objetos muy cercanos. Esto puede explicar la propensión de los caballos a sobresaltarse ante movimientos súbitos cerca de ellos (Prince, 1970; Coulter y Schmidt, 1993). Mientras pastorean, el sistema visual de los animales de presa tiene una capacidad mayor para detectar el movimiento, lo que los ayuda a protegerse de los predadores. Las investigaciones más recientes indican que los vacunos, los ovinos y los caprinos tienen visión dicromática, con conos que son más sensibles a la luz amarillenta-verde (552 a 555 nm) y azul-purpúrea (444 a 445 nm) (Jacobs y otros, 1998). La visión dicromática podría permitir al animal tener una capacidad para detectar el movimiento mayor que la visión policromática (Pick y otros, 1994; Miller y Murphy, 1995). LeDoux (1996) sostiene que los movimientos súbitos tienen el mayor impacto activador sobre la amígdala, que es la región cerebral que controla el miedo (LeDoux, 1996; Rogan y LeDoux, 1996).
Es posible que los vacunos más sensibles al movimiento sean poco efectivos para la búsqueda visual (Humphreys, 1996), y tengan más tendencia a orientarse hacia un objeto (por ejemplo, la salida) que sus congéneres menos sensibles al movimiento. Al igual que los equinos, los bovinos pueden ser propensos a sobresaltarse ante los movimientos súbitos debido a la morfología de sus ojos.
No hubo diferencias de temperamento, en la pista de ventas, entre los animales solos y las vacas con sus crías. No estaba en el marco de esta investigación estudiar el comportamiento de grupos mayores de animales. Los animales agrupados tienden a agitarse menos durante los trabajos de rutina (Ewbank, 1968; Grandin, 1987).
Las diferencias halladas por género también eran las esperadas. Voisinet y otros (1997b) encontraron que las vaquillonas eran más excitables que los novillos. Fleming y Luebke (1981) demostraron que las ratas hembras vírgenes eran más excitables que los machos maduros. Hard y Hansen (1985) encontraron que las ratas se tornaban menos miedosas después de haber parido y comenzar la lactación. Esto puede explicar por qué las vacas tenían puntajes de temperamento menores que las vaquillonas.
La predicción del temperamento del ganado vacuno en ambientes desconocidos se está haciendo cada vez más importante para la industria ganadera de hoy. Hay animales que se mantienen calmos y plácidos en su rancho de origen pero que pueden volverse agitados y estresados cuando se los enfrenta a una situación novedosa, tal como los terrenos de una feria, los corrales de engorde, los locales de remate y las plantas de faena (Grandin, 1997; Grandin y Deesing, 1998). Esto se convierte en un problema, especialmente en el ganado que posee un temperamento excitable y nervioso. Los estímulos visuales pueden interferir con el manejo (Grandin, 1980 y 1996). Tanto el ganado vacuno como los ciervos se orientan hacia una persona que se mueve en un terreno, y lo miran de frente (Grandin y Deesing, 1998; Hodgett y otros, 1998). Cuando detectan un movimiento, las especies de presa se orientan visualmente hacia la fuente del movimiento y la observan hasta que determinan si el estímulo representa un peligro o no. Luego de tal determinación, el animal vuelve a su actividad previa o adopta una acción evasiva adecuada (B.J. Smith, comunicación personal, 1999). Esta reacción ante los estímulos visuales puede afectar negativamente el manejo sereno de los animales. Por ejemplo, los vacunos que avanzan por un callejón pueden frenarse al ver un sombrero movido por el viento. Una vez que determinan que el sombrero no es un peligro, los animales seguirán tranquilamente su marcha por el callejón.
Los puntajes de temperamento fueron significativamente más altos en algunos locales de remate (P < 0,05). Esto puede deberse a diferencias en el manejo de los animales antes de llegar a la pista de ventas. No se recogieron datos sobre el manejo fuera de la pista de ventas. El empleo de picanas eléctricas fue intenso e indiscriminado en los dos remates en los que no se recogieron datos. Este uso de la picana eléctrica hizo que animales que normalmente eran tranquilos se pusieran agitados y agresivos, y llegaran a lastimarse durante el remate. La relación entre el comportamiento general en la pista de ventas y la reacción ante los estímulos súbitos e intermitentes fue significativa en los seis distintos locales de remate. Las diferencias de manejo animal en los distintos locales puede haber tenido algún efecto en el temperamento del ganado. Dos locales de remate de Texas fueron excluidos del estudio debido a que el manejo extremadamente rudo y el uso excesivo de la picana eléctrica hizo que todos los animales que entraban a la pista de venta corrieran permanentemente (puntaje 3). Los demás locales de remate estudiados tuvieron un porcentaje similar de animales en cada categoría de temperamento, por lo cual se supone que el efecto del manejo durante el remate sobre el temperamento fue mínimo. No se recogieron datos sobre las prácticas de manejo de los distintos locales, excepto breves anotaciones.
Un estudio dirigido por R.D. Green (datos inéditos) encontró que los criadores de ganado consideraban a la disposición como el segundo rasgo más importante en la selección de toros, detrás del peso al nacer. Las tres razones principales para escoger toros con disposición calma fueron: 1) los toros excitables pierden peso; 2) el temperamento es heredable, y 3) el ganado más alocado está asociado a mayores costos laborales. Los productores saben que el manejo calmo del ganado (Stricklin y Kautz-Scanavy, 1984) y el ganado tranquilo (Burrow y Dillon, 1997; Voisinet y otros, 1997 a, b; Smith, 1998) pueden aumentar la productividad.
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